lunes, 18 de noviembre de 2013

Cuarta etapa: Ciego de Ávila y Sancti Spiritus, 20 de abril de 2013




La leche también sabía rara en este hotel pero fue lindo desayunar en el patio del República. Dejamos atrás la mini habitación de Camagüey y la sorpresa del día llegó antes de las once.

Paramos el coche en una recta. Qué chorrada, porque en la carretera central apenas había curvas, y subieron una madre y su hija, que ese día estrenaba unos vaqueros que le venían grandes y los llevaba remangados. Venían del fotógrafo del pueblo porque la niña cumplía dos años. Con ese pedazo de pelo Isma le hizo una foto, aunque ella se moría de vergüenza.



La madre tenía diecisiete años y era soltera. "Los hombres solo nos quieren para divertirse y luego no quieren saber nada de los niños". Hasta aquí no hay mucha diferencia con España (de momento nos quedamos embarazadas con el mismo procedimiento); sin embargo, ella vivía en un reparto en mitad de un campo de maíz en Céspedes, todavía en la provincia de Camagüey. Nos contaba que hasta para comer pasaba fatigas. Quería pagarnos por el viaje (normalmente la gente hace autostop con billetes en la mano) y que la dejásemos al pie del camino de tierra pero con la niña nos dio cosa y la llevamos hasta casa.

Recorrimos un kilómetro o dos por el embarrado y empezamos a ver a gente que se asomaba en los porches. La chica salió del coche llamando a su familia y aparecieron dos niños de unos doce y trece años, hermanos suyos (cada uno de un padre diferente), su madre, de treinta y cuatro y su tía, que también tenía un crío por allí. La abuela (la de treinta y cuatro años) se llamaba Liyani, la hija Leyani y la nieta Layani: "Los hombres de mi hija y mi nieta me los inventé yo, me encantan".

Layani y sus tíos.

Tres mujeres sin pareja ni trabajo y en mitad del campo. Nos encontramos con muchas mujeres solas en Cuba y además con muchas separadas mayores, más de las que yo me podía imaginar (hasta en eso nos sacan ventaja). Subieron el volumen de la música del dvd del salón (chocaba ver esto en una casa tan humilde) y Layani empezó a bailar salsa. El vídeo que grabé es un espectáculo: con dos años movía el culo como si lo llevara en la sangre. "¡Mueve la cinturita, perrea!", y la niña perreaba.

Les dejamos varias mochilas con cuadernos, pinturas y esas cosillas (en la foto se ve la carpeta de Mila), nos dieron las gracias mil veces (*os las dieron a vosotros) y nos atiborraron a chirimoyas que la tía traía de su jardín; aunque les dijimos que no hacían falta no nos dejaron cerrar la puerta del coche sin que las cargásemos.




En un descuido, Leyani, la madre de la cría, vino corriendo y nos dijo por lo bajo: "Me da mucha vergüenza preguntárselo pero les voy a pedir un favor... ¿Ustedes no tendrán un hermano?" Sabía que que estábamos allí solos así que no pillábamos por qué preguntaba eso. "No, yo digo uno soltero que se quiera casar conmigo, me da igual la edad que tenga, yo me caso con él. O un tío o un primo. Miren que aquí casi no tenemos pa comer y con la niña y sin trabajo yo así no puedo". La pobre casi se pone a llorar y nosotros nos reíamos de la ocurrencia, pero estaba totalmente convencida, como pensando que a saber cuándo volvería a cruzarse con dos que se la pudieran llevar para España.


Pensé en todas esas parejas que en los últimos diez años salían como setas por Madrid de españoles cincuentones, feos y casposos con mujeres de países como República Dominicana o Ecuador y todas las veces en que yo había pensado qué necesidades pasaría una mujer para estar con un tipo así. Y me acuerdo de Leyani cuando las veo en el metro, la indiferencia con que algunos las miran, como si las tuviesen para planchar y cocinar. Asco puto. Nos largamos de allí con la promesa de enviarles por carta las fotos que véis, que nunca sabremos si recibieron porque para que nos respondiesen tendrían que dejar de comer dos días.

Ya en Ciego de Ávila nos tomamos una pizza de tomate y queso por cinco pesos de moneda nacional (0,20€ al cambio y mismo precio en todo el país). Os recomiendo que si váis a Cuba no sólo cambiéis de euros a CUCs (la moneda de los turistas) sino que también os hagáis con moneda cubana, la corriente. De esa forma podréis comprar en los comercios normales, pagar en los restaurantes locales y de paso encontrar un billete del Ché.


Volviendo a las pizzas, es curioso ver que las hacen en la sartén y las doblan por la mitad. Son todo harina y muy gruesas, pero te llenan, que es lo principal. En muchas casas abren la ventana de la cocina y ya tienes el chiringuito montado. Es la fast food cubana y se hacen colas que ya las quisiera McDonalds. Puedes acompañarlas con un vaso de una especie de gazpacho que no llegué a probar. Isma coronó el banquete con un pastelito verde fluorescente de una dulcería llena de moscas. LLENA. TAMBIÉN EN LOS DULCES.

Sin esforzarte mucho podías contar 30 moscas por baldosa. Imaginad las que había en los pasteles.

Por Ciego de Ávila íbamos de paso, así que seguimos hacia Sancti Spiritus y nos moló, aunque por la noche nos quedamos en el hotel porque llovía a mares. Os dejo con algunos tiros de ambas ciudades.

Sofocante calor el de Ciego.

Raúl y Fidel vigilando desde las alturas.

Siempre me han fascinado las ristras de ajos, por cierto, muy caros allí

Edificio colonial en Ciego de Ávila.

Isma, guapo, ya en Sancti Spíritus.


Un parqueo (aparcamiento) a lo cubano.


Sí, es un perro al borde de un tejado.

jueves, 7 de noviembre de 2013

Tercera etapa: Guardalavaca - Holguín - Camagüey, 19 abril 2013







Creo que me había quedado en el viaje de Santiago a Guardalavaca, provincia de Holguín. Se me pasó contaros un pequeño detalle: la carretera era mala y yo llevaba dos años sin conducir. Por suerte para nosotros nos tocó un kia picanto automático muy nuevo con aire acondicionado (y eso, después de haber llevado un R5, es un plus que te cagas). Cuando salimos de Santiago le faltaban tres letras a "picanto"; probablemente acabaron en el bolsillo de dos gorrillas a los que no dimos nada!



Así que arrancamos con Isma como copiloto, Lonely Planet en el salpicadero y dos maletas con 40kg esperando dueño: más de la mitad del peso era de material para el cole; unos cinco kilos eran medicinas y el resto, ropa. Gracias a mi tía Marisol, mi tío Rafa y mis primos, los padres de Ismael, su hermana, su tía y primos, Irene y su madre que hicieron colecta en la iglesia, mis cuatro abuelos, mi jefe, Mila, Iván, Paula, mi hermana Isa con sus pinturas, bolis y muñecos y muchos más amigos y vecinos que con paciencia rebuscaron en casa a ver qué podían darnos.

En una de las zonas más castigadas por el huracán Sandy parábamos delante de colegios, y uno tras otro nos rechazaban todo. "No necesitamos nada, aquí no hace falta ayuda; este colegio tiene medios, hasta una televisión por aula" fue lo primero que nos dijo la directora con el bigote más grande que he visto. Le ofrecimos bolis, cuadernos y pinturas, pero la tía, impertérrita, no quería coger nada. Al final accedió a "un boli para cada profesor, pero como recuerdo eh, que aquí no hace falta nada y el gobierno ya nos mandó una ayuda cuando el huracán".

En otro de los centros la conserje nos confesó que estaba prohibido aceptar donaciones de los turistas. Versión oficial. Que no se diga que en Cuba hay necesidad, supusimos. Así que cargados como mulas tiramos hacia Holguín. A la entrada de la ciudad vimos a una mujer mayor que hacía autostop ("esta no debe de ser chunga"), paramos el coche y despuntó la mejor parte del camino: los compañeros de viaje.

Reina tiene 56 años y nos acompañó sólo un par de kilómetros, pero en cinco minutos le dio tiempo a hacer una radiografía de la Cuba de los Castro. "Yo quería arreglar mi casita. Como con lo que gano no me llega me quería ir a las misiones de Venezuela (Cuba manda médicos a cambio de petróleo y suministros del país de Chávez) y estar allí unos añitos para tenerla lista para cuando me jubile y me haga vieja. Pero no me salió, así que me tendré que jubilar ya sin hacer obra. Vivo en el departamento no se cual de la calle 125. ¿Quieren tomarse un cafetito en la casa de una amiga?" :)

Después de dejar a Reina teníamos un plan B, contactar con la ONG Hombre nuevo, tierra nueva. Víctor Bernal (tlf 652854409), su responsable en España, me facilitó los números de teléfono de voluntarios en varias provincias. Después del jaleo de aprender a llamar en Cuba con el prefijo internacional más el de la provincia las líneas de teléfono estaban caídas. Preguntamos en el pueblo si conocían al responsable de Cáritas (Manuel Martín, tlf 423219) pero no hubo suerte.

Caminando un poquito más llegamos a un escondido hotel de playa (este sí, el único todo incluido en el que estuvimos) para catar el Caribe. Cruzamos un puentecito esperando turno tras los carros de caballos y allí estaba nuestra cabaña. Pasé la tarde cogiendo corales blancos en la playa (o eso creo que eran) y saltando entre cangrejos blancos que se escondían en agujeros.







Después de cenar, una banda de Holguín nos dio un conciertazo junto al mar. Eran 7 ú 8 tipos de la zona que tocaban en el hotel cuando les dejaban. Tocaban de la ostia. Me acuerdo de un señor gordo alemán que nos pasaba el sombrero pidiendo para ellos y les traía bebida sin parar. Los músicos flipaban, se les hacían los ojos chiribitas. Ciertamente, todos los artistas que escuchamos en la isla eran buenísimos. La cultura es uno de los pilares de Cuba, así como la educación. Puedes hablar de cualquier cosa con cualquier cubano, sea joven o viejo, simplemente son cultos. 

A la mañana siguiente desayunamos al aire libre, una gozada. Los zumos y la leche nos sabían raros pero reventamos a fruta. En la mesa de enfrente había una señora cubana que miraba disgustada a su compañero de mesa, un alemán baboso que creemos viajaba solo. La noche anterior, seis americanas se hinchaban a mojitos con un cubano de unos veinte años. Sacad vuestras propias conclusiones.



Con ganas de quedarnos más tiempo allí y sin saber a quién íbamos a dar las maletas, hicimos el check-out y preguntamos a la señora de la limpieza si necesitaba algo.  Levantó la vista del cepillo y nos dijo por lo bajo que no. Isma le preparó una mochila con varias cosas y se la dejó en el cuarto como si se nos hubiese olvidado.

Me quedé en el coche esperándole y volvió con Moisés (nombre inventado), un cubano de la Cruz Roja. Todavía tengo una marca gigante en la espalda de las quemaduras de esa mañana. Moisés trabaja en el hotel y nos contaba al sol las tropelías del gobierno: cientos de toneladas que habían llegado en forma de ayuda internacional por el huracán se habían evaporado. Decía que la corrupción del partido facilitaba que esos productos hubiesen sido distribuidos a los comercios del país para ponerlos a la venta en lugar de repartirlos en las zonas afectadas. Corroboro lo que nos contó. ¿Qué hacía, si no, un bote de colacao marca Día en las estanterías de una tienda?


Intercambiamos emails (por su trabajo tenía el privilegio de tener correo, algo poco común entre los módems de 56k que funcionan allí) y no paraba de decirnos que le daba pena que nos fuésemos porque tenía muchas cosas que contarnos. Le dimos toda la ropa y las medicinas que llevábamos y nos prometió llevarlas a su pueblo. Poco tiempo después nos escribió.


Respondí al mail varias semanas después pero nunca tuve respuesta. ¿Llegan a Cuba los correos del exterior? ¿Alguien los censura? Nos quedaremos con la duda.

Nuestra siguiente parada era Camagüey. Cada día en Cuba era una eternidad. Hablábamos con tanta gente y nos enterábamos de tantas cosas que no queríamos irnos de allí nunca. Cogimos en el coche a un padre y su hijo de unos dieciocho años y os aseguro que fue el mejor viaje en coche de todo el viaje. Llevaban dos horas esperando a que alguien les recogiese y alucinábamos con sus vidas. El hijo quería ser futbolista, jugaba al fifa de la play 1 y no hacía más que preguntarnos por Cristiano Ronaldo. El padre había trabajado durante años limpiando los márgenes de los ríos, ahí es nada. Para sacar un dinero extra criaban un par de cerdos y los vendían. Nos preguntaban cuántos cerdos tenía la gente en España y no daban crédito cuando les hablábamos de las explotaciones agrarias. "¿Cómo puede tener un hombre mil cerdos?"

Isma comprando mangos en un puesto de la carretera.

El nuevo gobernador a Camagüey prohibió por higiene que la gente pudiese criar cerdos en casa. Además, el hombre perdió el trabajo del río. "Estas son las únicas pitiusas (pantalones) que tengo, se lo prometo". Si le hubieseis visto los pantalones se os quitarían las ganas de pagar 50 pavos por unos rotos del bershka. "Sólo quiero que que mi hijo estudie y tenga una vida mejor que yo". Llevaban un cargamento de botas para venderlas en Camagüey mientras encontraban algo mejor. Nos decían que la ropa en Cuba era muy cara (12 dólares un pantalón, cuando muchos sueldos eran de diez o de quince al mes). Por lo visto la ropa viene de China y de Ecuador, pero la de Ecuador con una calidad terrible.

Y a Ecuador emigró un primo suyo pero tuvo que volverse "por la violencia y la inseguridad de ese país". Si algo aprecian los cubanos es la tranquilidad de su país y la escasa criminalidad, aunque el gobierno ni siquiera quiere que se muevan dentro de su país. "Me dan envidia ustedes. Tengo 52 años y no he ido más allá de mi provincia. ¿Van a ir a La Habana?".

Os dejo con varias fotos de Camagüey, una delicia de ciudad que esconde la historia de José, que os contaré en el último capítulo.


Los graffiteros cubanos no tendrán para sprays, pero a los héroes nacionales no se los dejan atrás. 

Una dictadura no sobrevive sin militares; los hay por miles.

EDÚ-CA-TE YA (arriba a la izquierda).

Fliparíais con las piernas que gastan los cubanos dándole a la bici todo el día.
Cuba, mitad abierta, mitad cerrada.

Perros con pachorra.

Camareros con pachorra.
Una casa colonial abandonada. ¡Olé el coche!

Jugo de melocotón sin brick. Casi todos se fabrican en Ciego de Ávila.
¡Mi coche!

Los cubanos se pasan el día sentados en los porches. Así en todas las calles.