domingo, 25 de octubre de 2009

Ágora, de Alejandro Amenábar

La última de Amenábar merece ser vista. En el cine o en casa, pero hay que verla. Y es que Ágora, la producción más cara de la historia del cine español, irónicamente no parece española.

Es una historia simple, compuesta narrativamente por simples formas geométricas. Por un lado encontramos la perfección del círculo que obsesiona a Hipatia (Rachel Weisz) en su objetivo de entender el movimiento de la Tierra. Por otro, el triángulo; un triángulo amoroso entre ella, su discípulo Orestes (Oscar Isaac) y su esclavo Davo (Max Minghella), en un momento en que ella solo quiere ser libre, y un triángulo religioso que marca la historia de la humanidad: la mitología del Imperio Romano, el resurgir del cristianismo y la presencia del judaísmo. Una lucha que antepondrá el fanatismo a la filosofía y el poder al conocimiento, con la Biblioteca de Alejandría como símbolo de la destrucción de lo irracional

Apadrinada por Telecinco Cinema y con un casting internacional, la cinta impresiona por el gran trabajo de documentación, escenografía y atrezzo. Quizás el guión peque de lo que algunos no han tardado en criticar: la oscura visión que ofrece del cristianismo de la época, algo que ha impedido hacer una distribución a gran escala de la película. Lo cierto es que el filme depende de la recaudación en salas americanas para comenzar a obtener beneficios, ya que los 50 millones de euros investidos en ella (costes de negativo) no se pueden recuperar solo con el mercado español. Francia, Alemania y el resto de mercados pueden servir de colchón, pero el retraso en el estreno en varios países puede ocasionar grandes pérdidas por culpa de la piratería. Sin duda, esto es algo que debieran haber previsto durante el desarrollo del guión. Una superproducción de la talla de Ágora convence, pero difícilmente resulta rentable.